Me he permitido la licencia de incorporar a este Blog el siguiente interesante artículo que merece la pena leer y difundir.
Periodistas inmundos, non gratos (I)
Catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política en la Universidad Rey Juan Carlos
No debiera pasar marzo sin desmentir que el 10º “aniversario” del 11M
superamos la teoría de la conspiración. A la décima fue la vencida. Ya
les vale. Los conspiranoicos hablan de “normalización”, pero la anomalía
continúa. Conservan el estatus de periodistas quienes urdieron la
infotoxicación más aberrante que hayamos conocido. Bendecidos con los
infundios de Rouco
en el funeral del pasado 11 de marzo, siguen sosteniéndola. Menuda
filfa serían este blog y el dichoso 4º Poder en Red, si no cantasen las
verdades del barquero a quienes hunden el periodismo en la inmundicia.
Sé el recelo que puede despertar el repudio de unos pseudoperiodistas, que dan forma de noticia a la mentira (del griego, pseudo: mentira). Aclaro que los responsables de Público
nada han tenido que ver con esta iniciativa. De ningún modo debe
asumirse que la hayan promovido ni que la suscriban. Propongo declarar
periodistas non gratos a quienes nos vendieron tales patrañas que
debemos denunciarles como traficantes de información tóxica. Tan infecta
que, como argumentaré en una segunda entrega, ha degradado el debate
público hasta hacerlo impropio de una democracia. Los periodistas
inmundos se denigran a sí mismos, a la profesión que dicen ejercer y a
la sociedad a la que se dirigen.
Sus falacias sobre el atentado más letal perpetrado en Europa merecen
la condena. No es un ataque, sino legítima (auto)defensa de los
auténticos periodistas. Excepto por los que señalaré, declaro mi respeto
hacia los trabajadores de las empresas aquí citadas. Sus condiciones
laborales resultan lo bastante penosas como para encima imputarles los
desmanes de sus superiores. Se han hecho multimillonarios
precarizándoles y engañando al público. Pobres también quienes aún les
creen. Son peones de un guerracivilismo de baja intensidad, que solo
reconoce las víctimas de su bando. El derecho a la información presupone
que el ejercicio del periodismo sea compatible con un modelo de vida y
de negocio dignos. Ambas cosas son bien difíciles. Pero lo serán aún más
si los ciudadanos y los periodistas con coraje no mostramos la dignidad
con la que los afectados del 11M han resistido una década de mentiras e
insultos.
El verdadero 4º Poder lo formamos todos y todas. Con la tecnología
digital intentamos controlar gobiernos, parlamentos y juzgados. Pero
solo tenemos impacto si nos aliamos con periodistas que se reconocen a
nuestro servicio. Consideran la información como un bien común,
mancomunado: generado mano a mano, con el público que somos su sostén e
interlocutores. Por eso estamos obligados a defender al periodismo y
señalar a quienes lo envilecen. Cuando los profesionales pervierten la
libertad de expresión, nos la amputan a todos. Exijámosles que rindan
cuentas y se retracten. Y, si no, retirémosles lo único con lo que
cuentan: la gracia, el permiso de ejercer como representantes y
valedores de nuestros derechos. No somos mercancía en manos de
periodistas mercenarios, a sueldo de políticos y banqueros.
Un muy alto cargo de un grupo multimedia español me confesaba hace
dos años que el mayor error había sido admitir como colegas a
“demasiados indeseables”. Pues bien, se acabó el colegueo. Porque es
competencia nuestra defender la libertad de expresión del único modo
posible: ejerciéndola sin miedo ni bozal. Identificando a quienes la
malean, máxime si (al contrario que nosotros) cobran por ello y cuentan
con protección legal. Por tanto, denuncio a Pedro J. Ramírez; a su
sucesor en la dirección de El Mundo, Casimiro García-Abadillo, y a
sus conmilitones, Fernando Múgica y Federico Jiménez Losantos, como
periodistas inmundos. Han transgredido la deontología y las prácticas
profesionales más básicas. No lo han reconocido. E incluso se
vanaglorian de ello. Merecen que les declaremos periodistas non gratos.
Claro que hay más. Y, si así lo piensan, quienes nos leen deberían
tomarse el trabajo de denunciarles. Nosotros ya lo hicimos hace una
década, en un libro
colectivo que barría la inmundicia venidera. Siguen ignorándolo, por la
cuenta que les trae. Esto no es un auto de fe, como los que ellos
acostumbran a oficiar. Han ejercido de inquisidores, exentos de mostrar
las pruebas. Se han ahorcado con su propia lengua.
Pedro J., en declaraciones a Salvados
afirmó: “No descarto de plano la participación de ETA en el 11-M, pero
la veo improbable… No sabemos lo que pasó”. A una semana del
aniversario, el susodicho consideraba improbable (¿sin pruebas?) lo que
durante diez años afirmó como cierto (sin pruebas). El pseudoperiodista
siembra dudas, en lugar de despejarlas, que es lo que le corresponde a
un informador. Éste habla con hechos contrastados e incontestables. Si
no, calla. Pero esta conducta requiere humildad y más trabajo que
alimentar suspicacias y lanzar insidias. Exige una mínima sensibilidad
por la memoria de las 192 víctimas y 1.800 familias heridas. Rasgo
imposible en quienes no han mostrado ni un atisbo de atención a la
estabilidad psíquica y emocional de los afectados. Fruslerías, al fin y
al cabo, para quien se considera inmortal y se instaló en el Olimpo de
la Prensa Mundial hace años.
García-Abadillo, ya como sucesor del Pedro J, afirmó
el 9 de marzo: “Dimos crédito a algunas informaciones faltas de rigor,
que sólo tenían como fin confundirnos y llevarnos a un callejón sin
salida [...] Las víctimas merecen que seamos menos arrogantes, reconocer
que todos cometimos errores.” ¿También erró Pilar Manjón? ¿Por eso la
convirtieron en pieza a abatir? El supuesto profesional imputa a
“todos”, a un nosotros implícito que bien pudiera incluirnos, haber
cometido errores. Cree que esto le exime de no habernos sacado de ellos.
Y aprovecha para presentarse como víctima de “informaciones faltas de
rigor”. Las mismas que él fabricó en dos libros - 11-M La vergüenza y Titadyn, este último de 2010 – plagados de pruebas falsas.
Las “investigaciones” de G. Abadillo sólo entorpecieron el juicio del
11-M, alentando que Jamal Zougam, condenado como autor material, se
querellase por falso testimonio contra dos testigos protegidas. El
actual director de El Mundo acusó a dos inmigrantes rumanas de
mentir para conseguir la nacionalidad española. Los tribunales les
avalaron. La misma suerte corrieron el jefe de los Tedax, J.J. Sánchez
Manzano, y el comisario de Vallecas que encontró la prueba clave: se les
abrieron sendas investigaciones que quedaron en nada. Manzano denunció
la trama periodística del Titadyn en su libro Las bombas del 11-M. La policía nunca dudó de que
el explosivo no correspondía con el usado por ETA. A falta de pruebas
que avalasen la conspiración, minaron con insidias la credibilidad de
las admitidas en el juicio. Corrompieron el protocolo más básico del
periodismo de investigación: aportar pruebas irrefutables sobre nuevos
imputados, entregándolas en el juzgado y publicándolas en el periódico.
Sometiéndolas al tribunal de los jueces y al de los ciudadanos. Pero el
periodismo inmundo menosprecia el Estado de Derecho y carece de sentido
cívico.
A falta de evidencias, buenas fueron las declaraciones de otro de los
principales condenados, convirtiéndole, para más inri, en bien pagado. Uno de los testigos privilegiados por El Mundo, E. J. Trashorras,
declaró antes del último 11M: “No, ETA no tuvo nada que ver. Lo que
dije fueron tonterías. No tenía ningún fundamento para decir eso. Lo
dije sin tener ningún argumento, más allá de querer confundir”. Estando en prisión, ya le había confesado a su padre que “mientras el periódico El Mundo pague, si yo estoy fuera, les cuento la Guerra Civil española”. Y acto seguido les concedió una entrevista
en la que sostenía: “Soy una víctima de un golpe de Estado que se ha
tratado de encubrir detrás de las responsabilidades de un grupo de
musulmanes…” El depositario y propagandista de esos infundios fue Fernando Múgica. Mantiene orgulloso en su entrada de la Wikipedia la referencia a la serie Los agujeros negros del 11M.
Y su CV oculto lo componen obras de idéntico rigor. Colaboró con J.J.
Benítez (“mi mejor amigo, periodista honesto”) en dos libros, Ovnis: SOS a la Humanidad (1979) y Existió otra humanidad
(2003). Fraudes arqueológicos, montados a partir de piedras falsas, que
mostraban a hombres y dinosaurios como contemporáneos, visitados por
indios en naves espaciales. Las fotos de estas estafas fueron firmadas
por Múgica.
Al “reportero” que agujereaba la realidad le acompañó F. J. Losantos
en el terreno de la opinión. Al día siguiente de la falsa contrición de
G.Abadillo, sostenía que “habrá más 11-M y más versiones oficiales y
serán todas verdaderas”. Concluía con sarcasmo: “perdón por tanto
error”. Pedro J. suscribió y superó su infamia desde Twitter: “Sólo 3
palabras que añadir a la estupenda columna de Federico: Eppur si muove.
Perdón por los aciertos”. Los errores se habían convertido en aciertos.
Reinciden y alardean, se cuelgan galones. Y claro que se siguen
moviendo, manipulando los hilos de la antigua conspiración… Y de la
próxima. Prepotentes, se saben impunes e inmunes en la ciénaga en la que
chapotean. Me refiero al “fondo de reptiles” (subvenciones ocultas) del
que se alimentan. Seguro que ya han recuperado los 15 millones en
publicidad institucional que El Mundo perdió
tras publicar las cuentas del PP. Pedro J. abandonó el barco que
capitaneaba porque venía perdiendo 400 millones de euros al año. De
Múgica no he buscado información, ojalá haya migrado a Raticulín.
Y a Losantos no le falta de nada entre el diario y la radio digitales,
que erigió durante el aznarato, y otros pesebres que frecuenta.
Campan a sus anchas, anchos ellos con sus falacias. Instalados en “lo
improbable”, el error colectivo, la fabricación de pruebas falsas, el
pago de falsos testimonios, las presiones a testigos y a jueces. Todo
ello ha acabado resultando muy familiar en otros acontecimientos más
recientes. Van de víctimas, sin reconocer ni respetar a quienes lo son.
Sacan enormes réditos, entronizando a las que apadrinan e insultando a
las ajenas. Se declaran valedores de la profesión y la han prostituido.
En el mundo anglosajón, se conoce a estos mercenarios como presstitutes.
Allí han entendido que –aunque esta sea una labor de golfos, descreídos
y libertinos– hay cosas que no se pueden hacer solo por dinero. Sobre
todo, una noticia. Sin un poquito de amor y ciertos límites, se
considera una violación, aunque sea pagada.
El repudio de los periodistas inmundos no tendrá lugar en las
redacciones que comandan, pues allí pagan salarios y deciden ascensos.
No les denunciarán otros medios de forma tan tajante como aquí, por
pensar que tirarían piedras contra su propio tejado. Y porque los
pseudoperiodistas se aprovechan de la falta de coraje para mirar debajo
de la alfombra antes de arrojar la primera. Quien desmiente necesita
haber dicho o exigido la verdad. Casi nadie lo hizo en la profesión. En
caso contrario, el 13 de marzo de 2004 la ciudadanía no habría
denunciado la mentira que propagaba el Gobierno y avalaban el resto de
partidos con su silencio. Las 72 horas previas a la votación pasarán a
la historia como el colapso de un sistema político-informativo. Lo
imperdonable es que se hayan ocupado de rematarlo en los últimos diez
años.
Todos los medios convencionales convocaron el día 12 una
manifestación de repulsa al atentado, diseñada como un acto electoral
del Gobierno. No participaron en su organización los responsables de las
fuerzas de seguridad. ¿Alguien se ha preguntado qué hubiera ocurrido si
los terroristas que se inmolaron en Leganés hubieran querido rematar la
carnicería de los trenes, atentando en las calles repletas de gente?
No, porque la pancarta de la cabecera rezaba: “Con las víctimas, con la
Constitución y por la derrota del terrorismo”. Entonces vivíamos la
entronización de las buenas víctimas (las de ETA), el fundamentalismo
del Régimen de la Transición y la beligerancia antiterrorista (contra
ETA). No es de extrañar que los medios digitales, que no estaban activos
en 2004, fuesen los más críticos con los conspiranoicos en el último
11M.
También callaron las Asociaciones de la Prensa. Demostrando que son
el último ejemplo de sindicatos verticales: representan juntos a los
empresarios y a sus trabajadores. Es decir, representan a los primeros.
Los colegios y sindicatos profesionales mostraron idéntica pasividad.
Quizás por falta de musculatura, propia del rigor mortis, al que parece
abocado el sector. Los responsables de las Facultades de Periodismo que
expidieron los títulos de los inmundos periodistas tampoco abrieron la
boca. No movieron un solo dedo acusador que pudiese depreciar (aún más)
el valor de sus titulaciones.
Podría sugerir a quien nos lee que inundase con una declaración de
repudio a los susodichos los correos electrónicos de las organizaciones
antes mencionadas. Pero lo dejo en sus manos, que para algo las tienen.
Mi llamada se limita a quienes estudian Ciencias de la Comunicación y/o
Información. No quedan otros actores directamente implicados. Al menos
ellos debieran dejar claro que no consideran a los cuatro citados un
ejemplo profesional ni compañeros de viaje. Seguir su trayectoria o
permitir que les identifiquen con ellos les llevará al desastre.
Consideran, como señalaba uno de sus pensadores de cabecera, G. Albiac,
que el periodismo se vincula a “una toma de poder [que] sólo puede
funcionar y consumarse en la noche y en las sombras, entre bruma y
tinieblas.” El oscurantismo es su sello. Y los ciudadanos ya no
demandamos sino que ejercemos mecanismos de participación y
transparencia que acabarán siendo incorporados por la profesión. La luz
es el mejor desinfectante y los taquígrafos del presente, los mejores
periodistas.
Si al alumnado aún le faltan argumentos para declarar personas non
gratas en sus campus a los periodistas, esperen al próximo lunes e
intentaré dárselos. Será una forma de rematar este marzo infame. ¿O
quieren más como este? ¿Hasta cuándo?
PERIODISTAS INMUNDOS, NON GRATOS. Y UN CANTO A ÉVOLE (II) 2ª parte del artículo.
PERIODISTAS INMUNDOS, NON GRATOS. PSEUDOPERIODISTAS Y PSEUDOCRACIA (Y III) 3ª y última parte del artículo.
PERIODISTAS INMUNDOS, NON GRATOS. PSEUDOPERIODISTAS Y PSEUDOCRACIA (Y III) 3ª y última parte del artículo.