Artículo de Fernando Reinares en el El País, lunes 7 de abril de 2014
Suele darse por descontado que los actos de terrorismo en cuya planificación y preparación interviene de uno u otro modo Al Qaeda —como fue el caso del 11-M y pongo de manifiesto en mi reciente libro ¡Matadlos!— se caracterizan porque quienes los ejecutan mueren al hacerlo. Así ocurrió en los del 11-S. Entre estos últimos y los del 11-M hubo, de hecho, numerosos atentados en los cuales estuvo directa o indirectamente implicada Al Qaeda y que fueron actos de terrorismo suicida. En el caso de los atentados de Madrid, la ausencia de terroristas suicidas, pese a la relación que existía con antelación al 11 de marzo de 2004 entre quienes los perpetraron y el mando de operaciones externas de Al Qaeda, obedeció ante todo a que los terroristas no habían culminado sus planes con la matanza en los trenes de Cercanías.
Los terroristas de Madrid no se suicidaron porque tenían otros blancos
Suele darse por descontado que los actos de terrorismo en cuya planificación y preparación interviene de uno u otro modo Al Qaeda —como fue el caso del 11-M y pongo de manifiesto en mi reciente libro ¡Matadlos!— se caracterizan porque quienes los ejecutan mueren al hacerlo. Así ocurrió en los del 11-S. Entre estos últimos y los del 11-M hubo, de hecho, numerosos atentados en los cuales estuvo directa o indirectamente implicada Al Qaeda y que fueron actos de terrorismo suicida. En el caso de los atentados de Madrid, la ausencia de terroristas suicidas, pese a la relación que existía con antelación al 11 de marzo de 2004 entre quienes los perpetraron y el mando de operaciones externas de Al Qaeda, obedeció ante todo a que los terroristas no habían culminado sus planes con la matanza en los trenes de Cercanías.
Habían alquilado un piso en Leganés que pensaban utilizar mes o mes y
medio. También una casa en Albolote, en puertas de Granada. Está
comprobada su intención de hacer descarrilar el AVE entre Madrid y
Sevilla. Habían recopilado información sobre posibles nuevos blancos en
Madrid, Ávila y Segovia. Contaban con armas, explosivos y reserva
financiera. Pero cualesquiera planes tuviesen fueron desbaratados no
tanto por las primeras detenciones que la policía efectuó el 13 de marzo
en Madrid como por lo ocurrido en Leganés aquel posterior 3 de abril.
Ese día, del cual se han cumplido 10 años la pasada semana, siete
terroristas escondidos en el interior de un piso localizado por los
expertos de la Comisaría General de Información dejaron claro hasta
dónde estaban dispuestos a llegar en su adhesión a la ideología
yihadista del martirio.
Podría aducirse que los terroristas se inmolaron en Leganés al estar
acorralados por la policía. Pero la explosión suicida que ocasionaron
revelaba algo que Serhane ben Abdelmajid Fakhet, el Tunecino,
había expresado en un manuscrito hallado en su domicilio de Madrid:
“Para conseguir ser mártires hemos venido”. Más aún, dos de los
implicados en el 11-M dejaron cartas de despedida en forma de
testamento. Una de ellas, de Abdenabi Kounjaa, está dirigida a sus
familiares y en la misma, que por cierto no contiene mención alguna a
Irak, afirma: “Yo he elegido la muerte como camino para la vida”.
Igualmente denotativo de la inclinación suicida de los terroristas del
11-M es que al menos tres de los fugados terminaron perpetrando
atentados suicidas encomendados por la extensión territorial de Al Qaeda
en Irak.
Aunque los atentados del 11-M no fuesen suicidas, básicamente porque
los terroristas, dispuestos a convertirse en lo que ellos definen como
mártires, no habían completado los planes que tenían previstos, otras
facetas de lo ocurrido en los trenes de Cercanías encajan con un estilo
operativo característico de Al Qaeda. No me refiero únicamente a que
eligiesen el undécimo día de marzo, al igual que los atentados del 11-S
fueron perpetrados el undécimo día de septiembre, o que en otros días
undécimos se hayan producido, antes y después del 11-M, cruentos
atentados de Al Qaeda. El dato de calendario es significativo pero no
definitivo, pues esta estructura terrorista global ha planificado
atentados importantes acontecidos, dentro y fuera de nuestras
sociedades, en días del mes distintos al undécimo.
Me refiero sobre todo a la modalidad de los atentados, concatenados o
en serie, llevados a cabo en un breve espacio de tiempo y con el afán
de conseguir el mayor número posible de víctimas. Al igual que en el
11-S fueron cuatro los aviones designados como blanco por Al Qaeda, en
el 11-M fueron cuatro los trenes elegidos para colocar bombas. Estos
trenes eran de Cercanías y circulaban entre las 7.37 y las 7.41, en hora
punta, incrementando al máximo la potencial letalidad de los atentados.
Las cifras de muertos y heridos en los atentados de Madrid habrían sido
mucho mayores de las que fueron si hubieran estallado las bombas cuyo
dispositivo de detonación falló, y si no hubiese circulado con un poco
de retraso uno de los convoyes ferroviarios, afectado por cuatro
explosiones cuando iba a entrar en la estación de Atocha.
En relación con todo ello, merece la pena hacerme eco del modo en que
concluye su último análisis sobre el 11-M el National Counterterrorism
Center (NCTC) de Estados Unidos. Se trata del informe The case for Al-Qai’da links to the 2004 Madrid bombings,
elaborado en 2008. Tras valorar el 11-M a la luz de nueva información
recopilada por los servicios norteamericanos de inteligencia desde 2006,
incluyendo tanto información procedente de fuentes propias como
facilitada por otras agencias homólogas en países occidentales y no
occidentales, dicho informe concluye que los datos conocidos sobre la
manera en que fueron preparados y ejecutados los atentados de Madrid,
proporcionan “evidencia de planificación sofisticada y énfasis en
victimización masiva, ambas marcas distintivas de un atentado de Al
Qaeda”.
En lo que atañe a los artefactos explosivos utilizados en el 11-M,
uno de sus componentes, el de los teléfonos móviles usados a modo de
detonadores y sincronizados por medio de la alarma, evoca también a Al
Qaeda. Esta organización colaboró con una de sus filiales en los
atentados del 12 de octubre de 2002 en Bali. En éstos se utilizaron
teléfonos móviles de la misma marca, Mitsubishi, y el mismo modelo,
Trium, que en los del 11-M. Estas coincidencias remiten a destrezas
adquiridas como resultado de un mismo aprendizaje en campos de
entrenamiento de Al Qaeda en Afganistán, como precisamente al que en los
dos años previos al 11-S acudieron Amer Azizi, inductor de los
atentados de Madrid y nexo de la red del 11-M con el liderazgo de Al
Qaeda, o Said Berraj, miembro cualificado de dicho entramado terrorista.
Respecto al explosivo utilizado en los atentados de Madrid no puede
argumentarse lo mismo. El conjunto de muestras recogidas confirmó que se
trataba de dinamita Goma 2 Eco que delincuentes españoles sustrajeron
de una explotación minera asturiana e intercambiaron por droga. Así, las
bombas se fabricaron adecuando sus contenidos a la disponibilidad que
los terroristas detectaron en el entorno donde iban a atentar. Ahora
bien, antes de que El Chino y su banda se incorporaran a la red del 11-M
y resolvieran la provisión de sustancias explosivas, destacados
integrantes de la misma habían recibido, a través de un foro restringido
de Internet, instrucciones para fabricar bombas mediante triperóxido de
triacetona (TATP), fórmula utilizada en los atentados de 2003 en
Casablanca y después en los de 2005 en Londres.
Bajo custodia de las autoridades de Estados Unidos en Guantánamo,
tras su detención en mayo de 2005, Abu Faraj al Libi, hasta entonces
tercero en la jerarquía de Al Qaeda, declaró que Hamza Rabia, jefe de
operaciones para el mundo occidental a fecha del 11-M, “deseaba
firmemente atentar contra trenes de pasajeros en Estados Unidos o Reino
Unido después de los atentados de marzo de 2004 en los trenes de
Cercanías en Madrid”. Un año y casi cuatro meses después se ejecutaron
los atentados en el metro de Londres. En diciembre de ese año, cuando un
misil lanzado desde una aeronave no tripulada de la CIA acabó con las
vidas de Rabia y Azizi, su adjunto, en una localidad de Waziristán del
Norte, adiestraba terroristas para llevar a cabo atentados semejantes a
los del 11-M y del 7-J en Estados Unidos.
Fernando Reinares es investigador principal en el Real Instituto Elcano y catedrático en la Universidad Rey Juan Carlos. Autor de ¡Matadlos! Quien estuvo detrás del 11-M y por qué se atentó en España (Galaxia Gutenberg).