Ha sido inevitable que todos los medios recuerden los atentados del terrorismo islamista del 11-M en Madrid con motivo de los asesinatos perpetrados por el yihadismo en París.
Inevitable ha sido también por mi parte volver a llorar en estos días de eterno movimiento pendular entre el presente y el recuerdo. Dolor, tristeza, impotencia, rabia, solidaridad con las víctimas...
Pero sería un hipócrita si en medio de esta pesadumbre no expresase públicamente mi satisfacción al constatar cómo partidarios mediáticos y políticos de las teorías de la conspiración del 11-M han venido a reconocer, de una u otra manera, la autoría del terrorismo islamista en los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid.
A duras penas, a regañadientes, dando rodeos, reculando, de forma disimulada o en diferentes formas de huida hacia adelante, he comprobado cómo adalides conspiranoicos del 11-M han mordido el polvo, tragándose dobladas y envueltas en papel de fumar sus burdas teorías conspirativas. Sin lugar a dudas, una gran alegría personal.